¿Recuerdas cuando te conocí?
Mi alma era una habitación a oscuras llena de cajas de plástico azul y
de cartón.
Apenas se podía dar un paso sin tropezar con restos del
pasado, incluso de día. Todo hacía daño.
La vida era difícil. Respirar también (la soledad es opresiva).
Al corazón le costaba latir.
La vida me empujaba. Mi cerebro me gritaba que le dejara en paz y mis ojos sólo
querían llorar.
Acurrucada en mi sillón con una bandeja llena
de desesperanza me limitaba a ver rostros desconocidos pasando por el televisor. Sonaban sus palabras sin sentido, vidas planas y palabras huecas. Sin sabor, sin aroma, sin materia, sin color.
Me preguntaba si alguna vez saldría de aquel agujero sin fondo y asfixiante, si podría salvarme.
Levanté la mirada. Y apareciste tú. Y amaneció. Para siempre.
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