Toca el bosque. Acaricia la playa. Pestañea las nubes.
Aférrate a un rayo de sol. Que tus ojos se llenen de mar. Pasea el cielo.
Y antes de lo que piensas, serás al fin.
jueves, 11 de junio de 2020
viernes, 5 de junio de 2020
Reaprender a crecer en tiempo de Coronavirus
Lo que he aprendido en estos meses y lo que estoy empezando
a aprender cada segundo en esta nueva etapa de mi vida no cabe en palabras, en
documentos Word o en entradas de blog. Y no, no he aprendido a cocinar mejor ni nuevos
platos, ni me he aficionado a la repostería.
Lo que he aprendido se podría llamar "humanización tecnológico-personal". Es cierto que he aprendido a manejar videollamadas de Whatsapp, Classroom,
videoconferencias y grabaciones on line, pero eso no es realmente importante. Eso
son medios, no fines. Medios que, como dice San Ignacio, usamos para alcanzar
el fin mayor y mejor que Dios quiere para nosotros.
No. Lo importante es que, gracias a esos nuevos aprendizajes
más técnicos, he podido comunicar y comunicarme con familia, amigos, alumnos y compañeros desde
casa pero más cerca que nunca. Que he podido acceder a más y muy buenos "espacios verdes". Y algo más.
He tenido el regalo de asistir a algo que se llama webinars (seminarios web) de psicología, de enseñanza, de espiritualidad, charlas y conferencias donde se comparte con personas de todo el mundo gracias a la tecnología. He aprendido que desde casa podemos compartir en directo sabiduría con otros que viven en otros lugares, en otros mundos, en otros microuniversos que no conozco, donde también el sentimiento se comparte y se transmite y se escucha y se siente y se empatiza…
He tenido el regalo de asistir a algo que se llama webinars (seminarios web) de psicología, de enseñanza, de espiritualidad, charlas y conferencias donde se comparte con personas de todo el mundo gracias a la tecnología. He aprendido que desde casa podemos compartir en directo sabiduría con otros que viven en otros lugares, en otros mundos, en otros microuniversos que no conozco, donde también el sentimiento se comparte y se transmite y se escucha y se siente y se empatiza…
…Sí, ya sé que llego tarde y muchos lo conocían, o que esto mismo lo hemos vivido en cientos de
encuentros, convivencias y cursillos. En Salamanca, en Loyola, en El Puerto, en
Manresa, en Madrid… Hemos estado en mil sitios con el regalo de encontrar almas
compañeras de camino a distancia. Pero son ocasiones raras, especiales, a
veces únicas, y esperamos siempre que cada año nos hagan otra oferta de
alguna de esas experiencias y que nuestro calendario nos diga que podemos asistir o nuestra economía lo permita. Lo triste también es que a veces, cuando llegas de una de ellas, al volver a lo cotidiano, lo que te traes pasa a la estantería de "luego lo vuelvo a mirar, cuando esté más tranquila", junto con las carpetas y fotocopias que te han dado.
La novedad con estos seminarios on line es que, tras las despedidas, el “¡Muchas gracias!”
o “Thank you!”, te quitas los auriculares (todavía con una sonrisa en los
labios o con los ojos brillantes de ilusión o de lágrimas), apagas o suspendes
el ordenador y te levantas a hacer la comida, a hablar con tus hijos o bien, tras una breve pausa, sigues trabajando y haciendo zapping entre
correo y Classroom. Inmediatamente, sin transición, sin viaje de vuelta donde reposar lo vivido y aprendido. Y entonces el poso queda ahí, rumiándose... y sigue actuando en todo lo que haces. No se guarda hasta mejor ocasión.
Gracias a esos encuentros y a las clases virtuales he
aprendido sobre mí y sobre mis hijos. Ya me había puesto frente a frente conmigo
misma reflejada en mi imagen a través de la cámara web, viendo cómo hablo, como
doy clases. Ahora además, algún ponente me ha mirado fijamente a los ojos a través de su
cámara y me ha visto por dentro cuando me contestaba a una pregunta que yo le
hacía. Cómo es eso posible a través del ordenador no me lo podría haber
imaginado nunca. Me he sentado frente a la pantalla enfadada y me he levantado para sentarme enseguida a dialogar con mis hijos con el eco de lo que había escuchado. Y he reflexionado en lo que supone para nuestros jóvenes sin recursos o para quienes no disponen de Internet u ordenador perderse esa oportunidad.
La tecnología ha sido un medio que me ha ayudado a recuperar el asombro, la humildad ante lo que no conozco y el agradecimiento y la avidez por aprender. Me ha dado recursos para mejorar como persona.
La tecnología ha sido un medio que me ha ayudado a recuperar el asombro, la humildad ante lo que no conozco y el agradecimiento y la avidez por aprender. Me ha dado recursos para mejorar como persona.
Y sé que es nuestro deber y que no hay excusas. Ya no. Tenemos
que seguir aprendiendo a vivir, toda nuestra vida. Como le decía ayer a mi hija, ésta -la
del aislamiento relativo- no está siendo más que la siguiente fase para plantearse el Proyecto de
vida. Es una ocasión de Ejercicios Espirituales en la vida diaria. Lo que hace la tecnología es recordarte que depende de ti el querer seguir creciendo.
Lo que he aprendido, en realidad, es que estoy empezando a
aprender a crecer más, de nuevo.
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